Un poco cultural esta vez, pero con un tema que no esta fuera de lugar, les traigo esta reseña.
Estrenada en 1950 bajo la dirección de Alejandro Galindo, la adaptación fílmica del libro Doña Perfecta de Benito Pérez Galdós resulta una agradable y le tienen lugar a lo largo del filme (la mención de Porfirio Díaz, la aparición del ejército, por ejemplo), dicha relación viene ya desde el original de Galdós, el cual a través de dos personajes tan emblemáticos como opuestos, le da nombres a dos posturas que entraban en un conflicto cada vez más violento, a saber, Pepe Rey y Doña Perfecta.
Pepe Rey como aquel joven liberal e hijo de la ciencia y una doctrina positivista que buscaba respuestas, y las más de las veces las encontraba. Como buena juventud existe un dejo de antipatía por las generaciones mayores, más cuanto éstas encarnan justamente la postura antagónica y que en esta ocasión recibe el nombre de Perfecta, Doña Perfecta.
El personaje resulta una suculenta ironía, que hace sátira de aquella clase descrita como rancia, falsa y dogmática, debido a la cual el progreso se estancaba. Doña Perfecta es altiva, femenina, clerical, “buena cristiana”, lo cual no resulta más que una apariencia a través de la cual alcanza sus objetivos. Bien pudiera ser Perfecta una representación bastante de fiel de la Iglesia misma. Los mismos métodos, el mismo chantaje, la misma aparente debilidad, los mismos fines, todo esto visto desde luego a través de un discurso liberal, que es como seguramente tanto Galdós como Galindo quisieran que lo apreciáramos
A grandes rasgos podemos decir que la obra es la misma (Galdón- Galindo), entendiéndose por ello el logro de un director mexicano por adaptar de manera exitosa, fiel pero significativa una obra que se ha convertido en clásica.
No obstante, hay un gran cambio de significado en cuanto al gran final. Con Galdós, la muerte de Pepe Rey que simboliza la muerte del progreso ante el tradicionalismo católico, causa la locura de Rosario, su prima y amada, quien, joven desorientada, sin duda alguna la juventud encarnada, y ahí acaba.
Con Galindo la cosa es diferente, fiel a su liberalismo, en efecto mata a Pepe Rey, el discurso es “la iglesia es mala” pero ante tal situación Rosario no enloquece, ni palidece, por el contrario se rebela contra esa madre que la mantenía reprimida y engañada, abre los ojos y empieza a valerse por sí misma. Ésta es la apuesta de Galindo.
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